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La sismicidad hace referencia a la actividad sísmica que se produce en una determinada región, evaluada a partir de la frecuencia y la intensidad de los terremotos registrados en un periodo concreto. En términos simples, se trata de medir cuántos sismos ocurren y con qué magnitud, lo que permite determinar el nivel de actividad telúrica de una zona.
La sismicidad es un concepto clave dentro de las ciencias de la Tierra, especialmente en el estudio de los terremotos y la actividad tectónica. Aunque a menudo se asocia con catástrofes naturales, su comprensión va mucho más allá del miedo al temblor: implica el análisis detallado de cómo, dónde y por qué ocurren los movimientos sísmicos en la corteza terrestre.
Esta disciplina permite entender la dinámica interna del planeta y es fundamental para la prevención de desastres naturales, la planificación urbana y la ingeniería civil.
La sismicidad se refiere a la frecuencia, intensidad, localización y distribución de los terremotos en una región específica durante un periodo de tiempo determinado. No se trata solamente de contar cuántos sismos han ocurrido, sino de entender su comportamiento y patrones.
En otras palabras, la sismicidad analiza los fenómenos sísmicos como una manifestación de la energía liberada por la Tierra, ya sea por el movimiento de placas tectónicas, fallas geológicas, o incluso por actividades humanas como la minería o la inyección de líquidos en el subsuelo.
Es importante no confundir los términos. Un sismo o terremoto es un evento puntual: una liberación brusca de energía en la Tierra que genera ondas sísmicas. La sismicidad, en cambio, es el estudio estadístico y geográfico de estos eventos. Así como no es lo mismo una gota de lluvia que el clima, tampoco lo es un sismo frente al concepto más amplio de sismicidad.
La medición de la sismicidad se basa en diversos parámetros técnicos que ayudan a los científicos a caracterizar la actividad sísmica de una región. Los más importantes son:
Se refiere a cuántos terremotos ocurren en una zona durante un tiempo determinado. Por ejemplo, la sismicidad de Japón es alta porque hay muchos terremotos al año, aunque algunos sean de baja magnitud.
La magnitud mide la energía liberada durante un terremoto, generalmente con la escala de Richter o la escala de magnitud de momento (Mw), que es la más utilizada actualmente.
La intensidad evalúa los efectos del terremoto en la superficie, las estructuras y la percepción humana. Suele medirse con la escala de Mercalli Modificada.
También se consideran las coordenadas geográficas y la profundidad del epicentro. Esto permite identificar zonas más propensas a los terremotos superficiales o profundos.
No toda la sismicidad es igual. Existen distintas clasificaciones según su origen o las características del terreno:
Es la que se produce por causas geológicas internas. A su vez, puede subdividirse en:
Se origina por actividades humanas como:
La teoría de la tectónica de placas es fundamental para entender la sismicidad. Las placas litosféricas están en constante movimiento y su interacción provoca acumulación de energía, que al liberarse causa los terremotos.
Las fallas son fracturas en la corteza terrestre. Las más activas son zonas de acumulación y liberación de tensión. Una región con muchas fallas activas suele presentar una sismicidad más elevada.
En zonas volcánicas, el ascenso del magma y la presión interna pueden generar terremotos, conocidos como sismos volcánicos. Suelen ser de menor magnitud, pero muy frecuentes.
Como se ha mencionado, la intervención del ser humano en el subsuelo puede desencadenar sismicidad. Aunque normalmente es de baja magnitud, en ocasiones ha producido terremotos significativos.
El planeta no presenta una distribución uniforme de la sismicidad. Existen zonas de alta y baja actividad sísmica claramente diferenciadas.
Es la región más activa sísmicamente del mundo, donde se produce alrededor del 80% de los terremotos globales. Se extiende desde América del Sur hasta el sudeste asiático.
Son áreas donde una placa tectónica se introduce debajo de otra, generando alta actividad sísmica. Ejemplo: la costa occidental de Sudamérica.
Aunque menos frecuentes, también se registran terremotos dentro de placas tectónicas, como en el caso de algunos sismos en el centro y este de EE.UU.
Los mapas de sismicidad representan gráficamente las zonas con más actividad sísmica. Se elaboran con datos históricos y registros actuales, y cumplen funciones clave:
Aunque la sismicidad describe una realidad física, el riesgo sísmico combina esta realidad con factores humanos:
Una ciudad con alta sismicidad puede tener bajo riesgo si está bien preparada, mientras que una con baja sismicidad puede ser muy vulnerable si carece de infraestructuras adecuadas.
Algunos de los países con mayor actividad sísmica incluyen:
Los estudios de sismicidad combinan herramientas tecnológicas, estadísticas y geológicas. Algunas de las principales técnicas incluyen:
Miles de estaciones repartidas por el mundo detectan cualquier vibración significativa en la Tierra.
Son bases de datos con información histórica de terremotos, útiles para establecer patrones.
Ayudan a prever la probabilidad de que ocurra un terremoto en una región en un periodo determinado.
La predicción exacta de un terremoto (lugar, fecha y magnitud) sigue siendo imposible. Sin embargo, los estudios de sismicidad permiten elaborar pronósticos probabilísticos y mapas de peligrosidad que salvan vidas al anticipar los escenarios más probables.
En zonas de alta sismicidad, la arquitectura debe adaptarse. Las normas de construcción sismo-resistentes se basan en estudios de sismicidad. La ingeniería moderna utiliza materiales y técnicas que permiten que los edificios absorban la energía de un sismo sin colapsar.
Algunos terremotos históricos han marcado un antes y un después en el estudio de la sismicidad:
Entender la sismicidad debe ser parte de la educación básica en regiones de riesgo. Saber cómo actuar durante un sismo, cómo preparar un plan de emergencia o interpretar una alerta sísmica puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Aunque no hay evidencia directa de que el cambio climático cause terremotos, algunos científicos exploran si fenómenos como el derretimiento de glaciares, el aumento del nivel del mar o grandes inundaciones pueden influir en el equilibrio de fuerzas geológicas y desencadenar movimientos sísmicos menores.
Los tres tipos de fallas (grietas en la corteza terrestre) Los terremotos son vibraciones bajo la superficie de la Tierra. Las vibraciones son causadas por la liberación de energía después de que dos bloques de tierra se deslicen a lo largo de una línea de falla (una fractura que existe entre dos trozos de tierra). El estrés es una fuerza que actúa sobre un plano y existe dentro de las líneas de falla.
Cuando ocurre un terremoto, se libera el estrés preexistente. A medida que dos piezas de tierra se deslizan una sobre la otra, la energía (estrés) se libera en forma de ondas sísmicas que viajan a lo largo de la superficie interior de la Tierra.
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, los terremotos pueden ser causados por «un desplazamiento repentino de segmentos de la corteza, por una erupción volcánica o [un evento] por explosiones artificiales». Debido a que los terremotos representan la liberación de presión previamente almacenada bajo la tierra, la sismicidad de las fallas disminuye con el tiempo a medida que se libera energía. A menos que se agregue nueva energía al sistema a medida que las placas tectónicas se desplazan, la energía existente bajo la superficie de la Tierra permanece igual o disminuye con el tiempo.
Los terremotos se miden en términos de magnitud, que es el movimiento máximo registrado por un sismógrafo. Dos escalas utilizadas para medir la magnitud de los terremotos son la escala de Richter y la escala de magnitud de momento. La escala de Richter, que fue desarrollada en 1935, mide la magnitud a través de la amplitud de las ondas registradas por un sismógrafo.
La escala de magnitud de momento, desarrollada en 1979, mide los eventos sísmicos según la cantidad de energía liberada. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, los sismólogos consideran que la escala de magnitud de momento es más precisa porque describe el tamaño de un evento sísmico con mayor detalle y precisión. Los sismógrafos producen un sismograma, que es el registro visual del terremoto o temblor.
Al medir un terremoto, los científicos ingresan los datos del sismograma en un logaritmo para determinar la magnitud del terremoto. Esta magnitud se expresa en números enteros y decimales (por ejemplo, un terremoto de magnitud 4,0 o un terremoto de magnitud 3,5). Las cifras de magnitud son logarítmicas; por lo tanto, cada aumento de un número entero representa un aumento de diez veces en la amplitud medida.
Por ejemplo, un terremoto de magnitud 6,5 (que se considera un terremoto fuerte por los sismólogos) tendría 10 veces más poder de sacudida que un terremoto de magnitud 5,3 (que se considera un terremoto más moderado por los sismólogos). Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, un terremoto debe tener una magnitud de 3,0 o superior para ser sentido. La tabla siguiente presenta las magnitudes de los terremotos (en la escala de magnitud de momento) comparadas con una versión abreviada de la Escala de Intensidad de Mercalli, que se utiliza para medir la sacudida producida por un terremoto.
Magnitud | Intensidad esperada |
---|
1.0 – 3.0 | Terremotos que generalmente no se sienten |
3.0 – 3.9 | Terremotos sentidos por algunas personas en reposo y en pisos altos |
4.0 – 4.9 | Terremotos sentidos por varias personas en interiores y/o por la mayoría |
5.0 – 5.9 | Terremotos sentidos aproximadamente por todas las personas; pueden causar algunos daños a edificios bien estructurados y/o daños considerables a edificios antiguos |
6.0 – 6.9 | Terremotos que producen daños considerables, especialmente en edificios mal construidos; algunos edificios pueden colapsar |
7.0 o más | Terremotos que pueden producir la destrucción total de edificios, dependiendo de su construcción |
La sismicidad no es solo un campo de estudio reservado a los geólogos; es una realidad que afecta a millones de personas. Comprenderla nos permite anticiparnos, prepararnos y proteger nuestras vidas y nuestro entorno. No se trata de eliminar el riesgo, sino de gestionarlo con inteligencia, conocimiento y responsabilidad.
Referencias