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El meridiano de Greenwich es la línea imaginaria más importante de la geografía moderna, establecida como el punto de referencia de 0° de longitud desde el cual se mide la posición este-oeste en todo el planeta. También conocido como meridiano cero o primer meridiano, esta semicircunferencia invisible que conecta el Polo Norte con el Polo Sur no solo define nuestro sistema de coordenadas geográficas, sino que también actúa como el origen del Tiempo Universal Coordinado (UTC), haciendo posible que el mundo funcione con un sistema horario sincronizado. Lo fascinante es que, aunque millones de turistas se fotografían cada año sobre la famosa línea de latón en el Real Observatorio de Greenwich, el meridiano que utilizan sus dispositivos GPS está ubicado 102 metros al este de ese punto histórico, una diferencia que revela cómo la tecnología moderna ha transformado nuestra comprensión de la geografía.
La historia del meridiano de Greenwich es tan compleja como relevante. Durante siglos, cada nación marítima utilizaba su propio punto de referencia para medir la longitud, creando un caos cartográfico que dificultaba la navegación internacional y el comercio global. Los mapas franceses utilizaban París como origen, los estadounidenses preferían Filadelfia, y los españoles históricamente habían empleado las Islas Canarias. Esta falta de estandarización no era solo un inconveniente técnico, sino un obstáculo significativo para el desarrollo del comercio transoceánico y la expansión imperial del siglo XIX.
La urgencia por establecer un meridiano primario universal culminó en octubre de 1884, cuando 41 delegados de 25 naciones se reunieron en Washington D.C. para la Conferencia Internacional del Meridiano. Esta conferencia no fue simplemente un evento científico, sino un acto geopolítico de profundas implicaciones. La elección de Greenwich como el meridiano cero reflejó el poder marítimo británico de la época: las cartas náuticas inglesas eran las más utilizadas globalmente, y adoptar Greenwich significaba aceptar un estándar que ya dominaba los mares. La decisión fue pragmática, impulsada por la inercia económica más que por consideraciones de neutralidad científica.
El meridiano de Greenwich es una semicircunferencia que atraviesa la superficie terrestre desde el Polo Norte hasta el Polo Sur, definiendo la longitud de 0°. A diferencia del Ecuador, cuya posición está determinada por características físicas inmutables de la Tierra (la línea equidistante entre los polos), la elección del primer meridiano es inherentemente arbitraria. No existe una razón natural o física por la cual un meridiano específico deba ser el punto cero; cualquier línea de longitud podría haber cumplido esta función.
Esta arbitrariedad significa que la adopción del meridiano de Greenwich fue, esencialmente, una convención internacional basada en el consenso y, más específicamente, en el poder. Durante siglos, diferentes culturas establecieron sus propios meridianos de referencia. En el siglo II a.C., el geógrafo Ptolomeo utilizó las Islas Canarias como su primer meridiano. En el siglo XIX, el Observatorio de París servía como referencia para los cartógrafos franceses, mientras que en Estados Unidos se empleaba el meridiano de Filadelfia.
La función del meridiano cero es doble y fundamental. Primero, actúa como la referencia angular desde la cual se mide la longitud este-oeste de cualquier punto del planeta. El sistema de coordenadas geográficas divide la Tierra en 360° de longitud: 180° hacia el Este desde Greenwich y 180° hacia el Oeste, encontrándose en el Antimeridiano. Esta división permite identificar con precisión la ubicación de ciudades, accidentes geográficos y cualquier punto de interés.
Segundo, el meridiano de Greenwich establece el punto de origen para el sistema de husos horarios global. La Tierra se divide conceptualmente en 24 husos horarios, cada uno abarcando aproximadamente 15° de longitud. Esta división permite que diferentes regiones del planeta tengan horas locales que reflejan su posición relativa al sol, mientras mantienen una referencia común al Tiempo Universal Coordinado (UTC), que tiene su origen en el meridiano cero.
La materialización física de este concepto geográfico se encuentra en Londres, Inglaterra, donde la línea imaginaria atraviesa el Real Observatorio de Greenwich, situado en el distrito londinense del mismo nombre. Este observatorio, fundado en 1675 por el rey Carlos II, fue diseñado originalmente para resolver el problema crucial de la determinación de la longitud en el mar, una cuestión que había costado innumerables vidas y fortunas en naufragios durante los siglos XVII y XVIII.
El Real Observatorio de Greenwich es el epicentro histórico y simbólico del sistema de longitud moderno. Fundado con el propósito específico de mejorar la navegación marítima mediante la astronomía, el observatorio se convirtió en el lugar donde Sir George Airy, el Astrónomo Real, estableció el meridiano de Greenwich en 1851 utilizando un telescopio de tránsito de alta precisión.
El Círculo de Tránsito de Airy, como se conoce este instrumento, fue diseñado para observar el momento exacto en que las estrellas cruzaban el meridiano local, permitiendo determinar la posición angular con una precisión sin precedentes para la época. Este telescopio, fijado permanentemente en el plano norte-sur, definió la línea de longitud cero que posteriormente sería adoptada internacionalmente.
Hoy en día, una línea de latón incrustada en el pavimento del patio del Observatorio marca físicamente el meridiano histórico de Greenwich. Esta línea se ha convertido en uno de los puntos turísticos más fotografiados de Londres, atrayendo a millones de visitantes cada año que desean pararse simultáneamente en los hemisferios Oriental y Occidental. La experiencia de colocar un pie a cada lado de la línea, simbolizando la división del mundo, tiene un atractivo intuitivo que trasciende las complejidades técnicas de la geodesia.
El observatorio alberga museos, exposiciones y conferencias relacionadas con la historia de la cartografía, la astronomía y la navegación náutica. Entre sus colecciones más valiosas se encuentran cronómetros marinos históricos, incluyendo ejemplares de los diseños revolucionarios de John Harrison, el relojero inglés cuya solución al problema de la longitud en el mar cambió la historia de la navegación. Harrison desarrolló cronómetros tan precisos que mantenían la hora de Greenwich incluso después de meses en alta mar, permitiendo a los navegantes calcular su longitud mediante la diferencia entre la hora local (determinada por la posición del sol) y la hora de Greenwich.
Aunque el Real Observatorio de Greenwich está intrínsecamente asociado con Londres, la línea imaginaria del meridiano cero tiene un recorrido geográfico extenso y significativo. Después de cruzar el Reino Unido, el meridiano atraviesa Francia y España antes de llegar al continente africano. En España, el meridiano está señalizado en múltiples ubicaciones de gran interés, incluyendo el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido en Aragón, la provincia de Castellón, el Golfo de Valencia, y localidades costeras alicantinas como Denia y Altea. Estos marcadores físicos conectan la geografía española con el sistema global de coordenadas, demostrando que el concepto del meridiano cero trasciende fronteras.
La estandarización del meridiano de Greenwich como referencia global no fue un proceso automático ni inevitable. Durante los siglos XVIII y XIX, el auge del comercio transoceánico y la expansión colonial europea intensificaron la necesidad urgente de un sistema de coordenadas unificado. Los navegantes que utilizaban cartas náuticas de diferentes países enfrentaban el problema de que cada mapa empleaba un meridiano de referencia distinto, lo que hacía imposible la navegación precisa utilizando múltiples fuentes cartográficas.
La solución técnica al problema de medir la longitud en el mar había sido desarrollada por John Harrison y otros relojeros del siglo XVIII mediante cronómetros marinos de alta precisión. Sin embargo, estos instrumentos solo funcionaban si existía un punto de referencia temporal y espacial compartido internacionalmente. Un cronómetro configurado según el meridiano de París era inútil para un navegante que utilizaba cartas náuticas basadas en Greenwich.
Reconociendo esta necesidad crítica, la International Geodetic Association recomendó formalmente en 1883 la adopción del meridiano que pasaba por Greenwich como estándar internacional. Esta recomendación estableció el contexto para la histórica conferencia del año siguiente.
En octubre de 1884, por invitación del Presidente Chester A. Arthur de los Estados Unidos, 41 delegados representando a 25 naciones se reunieron en Washington D.C. para la Conferencia Internacional del Meridiano. La agenda principal era resolver dos cuestiones fundamentales: seleccionar un meridiano primario universal y establecer un sistema de tiempo global coherente.
El resultado de la conferencia fue la adopción del meridiano de Greenwich como estándar mundial, estableciendo no solo el origen de la longitud geográfica sino también la base para el sistema de Tiempo Universal (UT), fundamentado inicialmente en el GMT (Greenwich Mean Time) o Hora Media de Greenwich. La decisión se tomó mediante votación, con 22 votos a favor, uno en contra (Santo Domingo) y dos abstenciones (Francia y Brasil).
La elección de Greenwich fue un reflejo directo del poder marítimo británico en ese momento histórico. Gran Bretaña dominaba los mares globales con la flota más poderosa del mundo, y sus cartas náuticas, que ya empleaban Greenwich como referencia, eran las más utilizadas y confiables internacionalmente. Aproximadamente el 72% del tonelaje marítimo mundial utilizaba cartas basadas en Greenwich. La decisión fue, fundamentalmente, una estandarización por inercia económica y militar: el pragmatismo de adoptar el meridiano más popular prevaleció sobre cualquier consideración de neutralidad científica o geográfica.
Otras propuestas presentadas durante la conferencia incluían establecer el meridiano cero en lugares geográficamente más «neutrales», como la Isla de El Hierro en las Islas Canarias (que históricamente había servido como meridiano de referencia desde la antigüedad) o el estrecho de Bering, que separa Asia de América. Estas ubicaciones tenían el atractivo de no favorecer a ninguna potencia europea específica, pero carecían de la infraestructura astronómica y la aceptación práctica que Greenwich ya había logrado.
La adopción del meridiano de Greenwich en 1884, aunque mayoritaria, no fue unánime ni pacífica. El proceso de estandarización global fue, y continúa siendo en muchos ámbitos, un proceso geopolítico cargado de tensiones nacionalistas, no simplemente un ejercicio técnico.
El principal opositor fue Francia, cuya delegación se abstuvo deliberadamente de la votación final. Esta abstención no fue un acto neutral, sino una declaración política explícita. Los cartógrafos y autoridades francesas continuaron utilizando el Meridiano de París, que pasa por el Observatorio de París, en sus mapas oficiales y referencias de tiempo durante varias décadas después de la conferencia. Los mapas franceses mantuvieron París como referencia hasta bien entrado el siglo XX, con algunos documentos oficiales empleando el meridiano parisino hasta la década de 1910.
Esta resistencia se interpretó como una postura de resistencia cultural y orgullo nacional frente a lo que muchos franceses percibían como la imposición de un estándar británico. Francia había sido, durante siglos, una potencia científica de primer orden, con contribuciones fundamentales a la cartografía, la geodesia y la astronomía. El Observatorio de París, fundado en 1667, era una de las instituciones científicas más prestigiosas del mundo. Aceptar Greenwich como meridiano cero significaba, simbólicamente, reconocer la supremacía británica no solo en el ámbito marítimo y militar, sino también en el científico.
El legado del Meridiano de París aún existe como testimonio físico de esta resistencia histórica. Hoy en día, una serie de 135 discos de latón, conocidos como «medallones de Arago» (en honor al astrónomo François Arago), conmemoran la antigua línea a lo largo de la ciudad de París. Estos medallones, instalados en aceras, parques y plazas, trazan el recorrido del meridiano parisino desde el norte hasta el sur de la ciudad, sirviendo como un recordatorio tangible de que el concepto de «longitud cero» fue, durante siglos, una batalla política y nacionalista tanto como una cuestión científica.
La postura francesa ilustra una verdad fundamental sobre la estandarización internacional: los estándares técnicos nunca son puramente técnicos. Siempre llevan consigo implicaciones de poder, identidad nacional y prestigio cultural. La aceptación eventual del meridiano de Greenwich por Francia no representó una victoria de la lógica científica sobre el nacionalismo, sino más bien el reconocimiento pragmático de que la resistencia a un estándar adoptado por la mayoría del mundo resultaba contraproducente para los propios intereses franceses en el comercio y la navegación internacional.
El resultado práctico más significativo del meridiano de Greenwich es su función como base para la cronometría mundial. A partir de 0° de longitud en Greenwich, la Tierra se divide conceptualmente en 24 husos horarios, cada uno abarcando aproximadamente 15° de longitud, correspondientes a una hora de rotación terrestre.
Históricamente, el sistema se basó en el GMT (Greenwich Mean Time) o Hora Media de Greenwich, definida como la hora solar media en el meridiano cero. GMT fue la referencia inicial para el Tiempo Universal (UT) y se calculaba mediante observaciones astronómicas del tránsito solar y estelar sobre el meridiano de Greenwich. Durante más de un siglo, GMT fue sinónimo de precisión temporal y sirvió como el estándar global para la navegación, las telecomunicaciones y la coordinación internacional.
Sin embargo, el estándar moderno que se utiliza globalmente es el UTC (Tiempo Universal Coordinado), que mantiene su punto cero en el meridiano de Greenwich pero representa una evolución fundamental en la medición del tiempo. UTC está basado en el Tiempo Atómico Internacional (TAI), calculado mediante un promedio de más de 400 relojes atómicos de cesio distribuidos en todo el mundo. Esta red de relojes atómicos proporciona una estabilidad y precisión que las observaciones astronómicas nunca podrían alcanzar.
La diferencia fundamental entre GMT y UTC radica en su base de medición. GMT depende de la rotación terrestre, que es inherentemente irregular debido a factores como el frenado de marea, el movimiento del núcleo terrestre y la redistribución de masa en la superficie (movimiento de placas tectónicas, derretimiento de glaciares, etc.). Estas irregularidades, aunque minúsculas en términos humanos, son significativas para sistemas de alta precisión como la navegación satelital, las telecomunicaciones y la investigación científica.
UTC soluciona este problema utilizando el tiempo atómico como base, pero ajustándolo ocasionalmente mediante segundos intercalares (leap seconds) para mantener la sincronización con la rotación terrestre real. Cuando la diferencia entre el tiempo atómico y el tiempo astronómico se aproxima a 0.9 segundos, se añade (o, teóricamente, se resta) un segundo al UTC para mantener la correspondencia entre el tiempo de reloj y la posición del sol.
Aunque GMT y UTC se utilizan a menudo de forma intercambiable en el lenguaje cotidiano, especialmente para referirse a la zona horaria UTC+0, el UTC es el estándar científico y técnico oficial. Los husos horarios del mundo se calculan como compensaciones positivas o negativas (offsets) con respecto a UTC, como UTC+1 (Europa Central), UTC+3 (Moscú), UTC-5 (Este de Estados Unidos) o UTC+9 (Japón). Esta estructura permite que cada región mantenga una hora local que refleja su posición solar aproximada mientras mantiene una referencia común al meridiano cero.
La transición de GMT a UTC simboliza la evolución de la cronometría desde una disciplina basada en la astronomía observacional hacia una ciencia fundamentada en la física atómica de alta precisión, manteniendo el meridiano de Greenwich como el punto espacial e histórico inalterable de origen.
El aspecto más sofisticado y frecuentemente desconocido sobre la longitud cero es la diferencia entre la línea histórica marcada en 1851 por Sir George Airy y el estándar de navegación utilizado por los sistemas modernos de posicionamiento global. Esta distinción, que revela una discrepancia física de 102 metros (335 pies), es fundamental para comprender cómo la geodesia ha evolucionado desde mediciones locales a sistemas de referencia verdaderamente globales.
Actualmente, los sistemas de navegación satelital como el GPS, GLONASS, Galileo y BeiDou utilizan el Meridiano de Referencia IERS (IRM), donde IERS significa International Earth Rotation and Reference Systems Service. Este meridiano representa el 0° de longitud oficial para la navegación moderna y la cartografía digital.
Existe una diferencia angular de aproximadamente 5.3 arcosegundos entre el Círculo de Tránsito de Airy en el Real Observatorio de Greenwich y el IRM. Esta diferencia angular se traduce en una discrepancia física de precisamente 102 metros al este de la línea histórica de latón que los turistas visitan cada día. En otras palabras, cuando un turista se para sobre la famosa línea de latón en Greenwich y verifica su posición en un dispositivo GPS, el aparato indicará que se encuentra a 102 metros al oeste del verdadero meridiano cero según los estándares geodésicos modernos.
Esta desviación no es un error del GPS ni una inexactitud de los satélites, sino un error inherente a la medición original de 1851. Las causas de esta discrepancia son técnicas y revelan las limitaciones de la tecnología astronómica del siglo XIX:
Distorsión gravitacional local: El método empleado por Sir George Airy dependía fundamentalmente de una alineación perfecta con la dirección de la gravedad terrestre. El telescopio de tránsito utilizaba un recipiente de mercurio como superficie de referencia horizontal, aprovechando que el líquido siempre se nivela perfectamente según la dirección local de la gravedad. Sin embargo, la medición se vio sutilmente afectada por las irregularidades de la masa de la corteza terrestre circundante. Las variaciones en la densidad del terreno, la presencia de formaciones geológicas y la topografía local desviaron ligeramente el vector gravitacional local respecto a la dirección hacia el centro geométrico de la Tierra. Los astrónomos del siglo XIX no podían compensar estas sutiles distorsiones, conocidas técnicamente como «deflexión de la vertical».
El geoide y la medición satelital: El meridiano histórico de Greenwich asumió una Tierra perfectamente esférica, o más precisamente, un elipsoide de revolución regular. La realidad geofísica es considerablemente más compleja: la Tierra es un geoide irregular, una superficie equipotencial del campo gravitatorio que se desvía del elipsoide ideal debido a variaciones en la densidad interna y la distribución de masa. El IRM moderno soluciona este problema calculando la posición de 0° a partir de observaciones de múltiples satélites que orbitan alrededor del planeta. Estos satélites miden su posición respecto al centro de masa real de la Tierra (el geocentro), no respecto a una ubicación superficial específica. Este método elimina los errores de medición locales y proporciona una referencia precisa y globalmente consistente, esencial para la navegación satelital de alta precisión que requieren aplicaciones modernas como la aviación, el transporte marítimo y la agricultura de precisión.
En esencia, mientras que el meridiano de latón en el Real Observatorio representa el origen astronómico e histórico de 0°, el IRM representa el origen geodinámico y tecnológico de 0°. Esta distinción es crucial para profesionales en geodesia, cartografía y sistemas de información geográfica, aunque permanece desconocida para la mayoría del público general.
La existencia de estos dos meridianos paralelos (el histórico y el moderno) no disminuye el valor simbólico o histórico del Observatorio de Greenwich. Al contrario, subraya cómo el progreso científico y tecnológico refina constantemente nuestra comprensión del planeta, construyendo sobre los cimientos establecidos por generaciones anteriores de científicos y exploradores.
El meridiano de Greenwich no funciona de manera aislada, sino como parte integral de un sistema de coordenadas geográficas que permite localizar cualquier punto en la superficie del planeta con precisión matemática. Su función como longitud 0° se complementa con la Latitud 0° (el Ecuador) para crear una rejilla tridimensional que abarca todo el globo.
La longitud se define como la medida angular este-oeste desde 0° hasta 180°, mientras que la latitud mide la posición angular norte-sur desde el Ecuador (0°) hasta los polos (90° Norte y 90° Sur). La intersección de una línea de latitud con una línea de longitud define de manera única cualquier ubicación terrestre. Por ejemplo, la ciudad de Greenwich se encuentra aproximadamente en 51.48° de latitud norte y 0° de longitud.
El extremo opuesto del meridiano de Greenwich, situado a 180° de longitud, recibe el nombre de Antimeridiano. Esta línea, que atraviesa principalmente el océano Pacífico, es crucial porque en sus proximidades se define la Línea Internacional de Cambio de Fecha (IDL).
La Línea Internacional de Cambio de Fecha define el punto donde comienza o termina el día calendario. Al cruzar esta línea viajando hacia el oeste, la fecha avanza un día completo; al cruzarla hacia el este, la fecha retrocede un día. Este concepto, aparentemente paradójico, es necesario para mantener la coherencia del calendario global en un planeta que rota continuamente.
El concepto de la IDL fue propuesto por el ingeniero ferroviario canadiense Sir Sandford Fleming, quien también fue pionero en el desarrollo de los husos horarios estándar. La IDL fue formalizada tras la Conferencia Internacional del Meridiano de 1884, como consecuencia lógica de establecer Greenwich como meridiano cero y dividir el planeta en 24 husos horarios.
El trazado de la Línea Internacional de Cambio de Fecha está diseñado estratégicamente para evitar dividir países y territorios insulares, zigzagueando a través de las zonas oceánicas más despobladas del Pacífico para minimizar la confusión en la cronometría civil. Por ejemplo, la línea se desvía hacia el este para incluir todas las islas Aleutianas de Alaska en el mismo día que el resto de Estados Unidos, y se curva hacia el oeste para mantener todas las islas de Kiribati en el mismo día calendario, a pesar de que algunas islas del archipiélago están geográficamente al este del antimeridiano.
El hecho de que la Línea Internacional de Cambio de Fecha se sitúe en el Antimeridiano subraya que la estandarización del Meridiano Cero en Greenwich automáticamente fijó el punto de «reinicio» del calendario en 180°. El sistema de cronometraje y coordenadas global funciona como un círculo cerrado perfectamente sincronizado: Greenwich establece el origen temporal y espacial en 0°, los husos horarios progresan regularmente hacia el este y el oeste, y la IDL en 180° cierra el ciclo horario y calendárico, permitiendo que el planeta funcione como un sistema temporal integrado.
El meridiano de Greenwich representa mucho más que una simple línea imaginaria trazada sobre mapas y globos terráqueos. Es un símbolo tangible de cómo la humanidad ha logrado imponer orden conceptual sobre un planeta en rotación constante, creando un sistema de coordenadas y cronometría que hace posible la civilización moderna globalizada.
La historia del meridiano cero ilustra la compleja interacción entre ciencia, tecnología, política y poder. Su adopción en 1884 no fue el resultado inevitable de la lógica científica, sino el producto de negociaciones geopolíticas donde el dominio marítimo británico jugó un papel determinante. La resistencia francesa y las propuestas alternativas demuestran que incluso los estándares técnicos aparentemente objetivos están imbuidos de significado político y cultural.
La evolución desde el meridiano histórico de Airy hasta el Meridiano de Referencia IERS moderno, con su diferencia de 102 metros, encapsula perfectamente cómo el progreso tecnológico refina constantemente nuestra comprensión del planeta. Lo que era precisión suficiente para la navegación del siglo XIX resulta inadecuado para los sistemas satelitales modernos que requieren exactitud centimétrica. Sin embargo, esta actualización no invalida el logro histórico de Airy y sus contemporáneos; al contrario, construye sobre sus fundamentos.
Hoy, cuando millones de personas utilizan dispositivos GPS sin pensar conscientemente en ello, están dependiendo directamente del sistema establecido hace más de 140 años en aquella conferencia de Washington. El meridiano de Greenwich continúa siendo el eje invisible alrededor del cual gira nuestra comprensión de la posición y el tiempo, conectando el pasado marítimo con el presente satelital y el futuro de la exploración espacial. Es, en última instancia, un testamento a la capacidad humana de transformar conceptos abstractos en herramientas prácticas que unifican a la humanidad a través de fronteras y océanos.
La longitud del meridiano histórico, marcado por la línea de latón en el Real Observatorio de Greenwich, es formalmente 0° 0′ 0″. Sin embargo, el estándar moderno utilizado por los sistemas GPS y de navegación satelital, el Meridiano de Referencia IERS (IRM), se encuentra en 0° 0′ 5.31″ Oeste en el sistema de referencia WGS84, lo que representa un desplazamiento físico de 102 metros al este de la línea histórica visible en el observatorio.
No exactamente. Tu GPS utiliza el Meridiano de Referencia IERS (IRM), que es el estándar geodésico moderno para 0° de longitud. Esta línea geodésica está desviada 102 metros al este de la línea de latón que los turistas visitan en el Observatorio de Greenwich. Esta diferencia existe porque el IRM se calcula utilizando satélites y el centro de masa de la Tierra para lograr una precisión global que la medición astronómica local original de 1851 no podía alcanzar debido a distorsiones gravitacionales locales y la forma irregular de la Tierra.
GMT (Hora Media de Greenwich) fue la base histórica del tiempo global, definida por la hora solar media en el meridiano de Greenwich mediante observaciones astronómicas. UTC (Tiempo Universal Coordinado) es el estándar de tiempo global actual, basado en relojes atómicos de cesio que proporcionan una precisión extremadamente alta. Ambos utilizan el meridiano de Greenwich como su punto cero (UTC+0), pero UTC ha reemplazado a GMT en el uso técnico y científico debido a su mayor estabilidad y precisión. UTC ocasionalmente añade segundos intercalares para mantener la sincronización con la rotación terrestre real.
Sí. Aunque el meridiano de Greenwich es famoso por cruzar Londres, también atraviesa territorio español en su recorrido hacia el sur. La línea está señalizada en varios puntos de España, incluyendo el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido en Aragón, la provincia de Castellón, el Golfo de Valencia, y localidades costeras de Alicante como Denia y Altea. Estos marcadores permiten a los visitantes experimentar físicamente el concepto del meridiano cero en contextos geográficos diversos.
Francia se abstuvo en la votación de la Conferencia Internacional del Meridiano de 1884 por razones principalmente geopolíticas y de orgullo nacional. Francia había utilizado históricamente el Meridiano de París, que pasa por su prestigioso Observatorio de París, como su referencia cartográfica. Adoptar Greenwich significaba aceptar un estándar británico impuesto por el dominio marítimo del Reino Unido. Francia continuó utilizando el Meridiano de París en mapas oficiales durante décadas después de la conferencia, y hoy mantiene los «medallones de Arago» en París como recordatorio de su antiguo meridiano nacional.
El meridiano de Greenwich en 0° de longitud y la Línea Internacional de Cambio de Fecha (IDL) en aproximadamente 180° de longitud son opuestos geométricos que trabajan juntos para crear el sistema de tiempo global coherente. Greenwich establece el origen del Tiempo Universal Coordinado (UTC) y los husos horarios progresan hacia el este y el oeste desde este punto. La IDL, situada en el Antimeridiano, define dónde el día calendario cambia, manteniendo una diferencia de 24 horas entre ambos lados de la línea. Cuando cruzas la IDL viajando hacia el oeste, avanzas un día; viajando hacia el este, retrocedes un día. Este sistema asegura que el planeta funcione con un calendario coherente a pesar de su rotación continua.