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El ajolote (Ambystoma mexicanum) es mucho más que un anfibio singular: es una criatura fantástica que habita exclusivamente en los canales de Xochimilco, en la Ciudad de México, y que representa una de las paradojas biológicas más fascinantes del reino animal. Este ser extraordinario, conocido también como axolotl, tiene la capacidad de regenerar extremidades completas, órganos vitales e incluso partes de su cerebro, mientras permanece en un estado juvenil perpetuo que desafía las leyes habituales de la metamorfosis. Sin embargo, a pesar de su asombrosa capacidad de renovación celular, el ajolote se encuentra en Peligro Crítico de Extinción, confinado a los últimos remanentes de un ecosistema lacustre que alguna vez fue vasto y próspero.
En este artículo exploraremos la definición integral del ajolote mexicano, desde su profundo significado mitológico en la cosmogonía náhuatl hasta sus características biológicas únicas que lo convierten en un tesoro para la investigación médica mundial. Analizaremos por qué esta salamandra nunca completa su metamorfosis, qué amenazas enfrentan las poblaciones silvestres y cómo los esfuerzos de conservación intentan rescatar del olvido a este emblema nacional.
La palabra ajolote proviene directamente del náhuatl āxōlōtl, una lengua indígena que encapsula siglos de sabiduría mesoamericana. Este término se compone de dos raíces fundamentales que describen tanto el hábitat como la naturaleza mítica de este anfibio: atl, que significa «agua», y xōlōtl, que puede traducirse como «monstruo» o, de manera más trascendental, como el nombre de una deidad mexica.
De esta composición surge la interpretación más común: «monstruo de agua» o «el Xólotl acuático». Sin embargo, para comprender verdaderamente al ajolote, es necesario adentrarse en la leyenda que da origen a su nombre y que conecta su existencia biológica con el mundo espiritual de las culturas prehispánicas.
En la mitología mexica, Xólotl era una deidad compleja asociada con las transformaciones, los movimientos celestes, el inframundo y las transiciones entre la vida y la muerte. Se le describe como el hermano gemelo del poderoso Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, dios creador y portador de la civilización.
Según relatan los códices y las tradiciones orales que han perdurado hasta nuestros días, cuando los dioses decidieron sacrificarse para dar vida al Quinto Sol y permitir que el mundo continuara su ciclo cósmico, Xólotl se resistió a esta inmolación divina. Aterrado ante la perspectiva de la muerte, intentó escapar transformándose en diferentes formas: primero adoptó la apariencia de una planta de maíz doble (mexolotl), luego se convirtió en maguey (mexolote), pero fue descubierto en ambas ocasiones.
Su último y desesperado refugio fue el agua, donde finalmente adoptó su forma definitiva: el āxōlōtl. Allí, en las profundidades de los lagos de la Cuenca de México, Xólotl encontró su santuario, permaneciendo en un estado intermedio, resistiéndose a la transformación final que implicaba su sacrificio.
Esta narrativa mitológica no es una simple leyenda decorativa: se entrelaza de manera extraordinaria con la biología del ajolote. El hecho de que este anfibio sea neoténico, es decir, que se resista a completar su metamorfosis y permanezca en su forma larvaria acuática durante toda su vida, se interpreta como el cumplimiento biológico de la resistencia divina de Xólotl a la muerte y al cambio impuesto por el destino.
El ajolote simboliza así la perseverancia, la transformación interrumpida y la conexión ancestral de México con sus orígenes acuáticos y sagrados. No es casualidad que este anfibio haya sido venerado en la cultura mexica y que continúe siendo un símbolo de identidad nacional en el México contemporáneo.
Desde una perspectiva zoológica rigurosa, el ajolote (Ambystoma mexicanum) pertenece al filo Chordata, clase Amphibia, orden Caudata (salamandras) y familia Ambystomatidae. Esta salamandra endémica de México fue descrita científicamente bajo el sinónimo original de Gyrinus mexicanus, aunque hoy se le reconoce universalmente por su nombre actual.

Es crucial distinguir al ajolote de otras especies relacionadas. Aunque está emparentado con la salamandra tigre (Ambystoma tigrinum), con cuyas larvas llegó a confundirse en estudios tempranos, el ajolote mexicano es una especie única y distinta. Su taxonomía completa revela su posición dentro del árbol evolutivo:
La característica definitoria del ajolote en el ámbito biológico es un fenómeno llamado neotenia o paedomorfismo. Para entender su singularidad, primero debemos comprender cómo funcionan normalmente los anfibios.
La mayoría de los anfibios atraviesan un proceso de metamorfosis dramático durante su desarrollo. Un renacuajo de rana, por ejemplo, nace en el agua con branquias externas, cola natatatoria y un cuerpo adaptado a la vida acuática. Con el tiempo, desarrolla pulmones, pierde sus branquias, le crecen patas y su cola se reabsorbe, transformándose en un adulto terrestre capaz de vivir fuera del agua.
El ajolote, sin embargo, sigue un camino evolutivo radicalmente diferente. Es una salamandra neoténica, lo que significa que alcanza la madurez sexual y la capacidad de reproducirse mientras retiene permanentemente sus características físicas larvarias. En otras palabras: el ajolote puede tener crías siendo todavía, anatómicamente, un «bebé».
Un ajolote adulto, que puede tener entre 18 y 27 meses de edad, conserva rasgos físicos que en otras salamandras desaparecerían:
Branquias externas permanentes: El rasgo más distintivo del ajolote son sus tres pares de branquias externas plumosas que se proyectan desde ambos lados de su cabeza, justo detrás de los ojos. Estas estructuras arborescentes, frecuentemente de color rojo o rosado intenso debido a su alta vascularización, son su principal órgano respiratorio. A través de ellas, el ajolote extrae oxígeno disuelto del agua mediante un proceso de difusión. Las branquias se mueven suavemente con las corrientes acuáticas y son extremadamente sensibles a la calidad del agua.
Aleta caudal desarrollada: A lo largo de toda su cola y extendiéndose parcialmente por su espalda, el ajolote mantiene una aleta continua que facilita su natación. Esta estructura, típica de las formas larvarias de anfibios, le permite desplazarse con elegancia por su entorno acuático.
Sistema respiratorio múltiple: Aunque las branquias externas son su método respiratorio principal, el ajolote ha desarrollado un sistema complementario fascinante. Posee pulmones rudimentarios que le permiten subir ocasionalmente a la superficie para tragar aire. Además, puede realizar intercambio gaseoso a través de su piel altamente permeable y mediante bombeo bucal, un mecanismo en el que impulsa agua a través de su boca para maximizar la absorción de oxígeno.
Ausencia de párpados: A diferencia de las salamandras terrestres adultas, el ajolote carece de párpados móviles, manteniendo sus ojos expuestos constantemente al medio acuático.
La teoría más aceptada sobre la evolución de la neotenia en el ajolote sugiere que se trata de una adaptación a un entorno lacustre históricamente estable y seguro. En el sistema de lagos de la antigua Cuenca de México, la vida acuática ofrecía abundancia de alimento, protección contra depredadores terrestres y un clima relativamente constante.
Cuando el ambiente acuático es óptimo, la metamorfosis se convierte en una inversión energética innecesaria y potencialmente arriesgada. La transformación de larva acuática a adulto terrestre consume enormes cantidades de energía, requiere la reconfiguración completa de sistemas orgánicos y expone al animal a nuevos peligros. Si no existe una presión selectiva que favorezca la vida terrestre, la selección natural puede favorecer a aquellos individuos que permanecen en el agua y alcanzan la madurez reproductiva sin metamorfosearse.
Es importante señalar que el ajolote sí puede ser inducido a metamorfosearse en condiciones de laboratorio mediante la administración de hormonas tiroideas, específicamente tiroxina. Cuando esto ocurre, el ajolote pierde sus branquias externas, desarrolla pulmones más funcionales, su piel se engruesa para evitar la desecación y adquiere características de salamandra terrestre. Sin embargo, este proceso es estresante, reduce significativamente su esperanza de vida y nunca ocurre naturalmente en poblaciones silvestres. Los ajolotes metamorfoseados experimentalmente suelen morir prematuramente, lo que refuerza la hipótesis de que la neotenia es la estrategia óptima para esta especie.
En su hábitat natural, el ajolote silvestre presenta una coloración predominantemente oscura: tonos marrones, grises o negros moteados que le proporcionan camuflaje contra el lecho fangoso de los canales de Xochimilco. Esta coloración críptica es resultado de la presencia de cromatóforos, células especializadas que contienen pigmentos.
Sin embargo, en cautiverio se han desarrollado múltiples variaciones genéticas de color que resultan visualmente sorprendentes:
Estas variaciones cromáticas, aunque estéticamente llamativas, son principalmente resultado de la cría selectiva en cautiverio y raramente se observan en la naturaleza, donde la coloración oscura proporciona ventajas adaptativas esenciales para la supervivencia.
Si la neotenia hace al ajolote biológicamente único, su capacidad de regeneración lo convierte en un tesoro científico de valor incalculable. Este anfibio posee una habilidad regenerativa que supera ampliamente a cualquier otro vertebrado conocido, incluidas otras salamandras que también muestran cierta capacidad regenerativa pero en menor grado.
El alcance de la regeneración del ajolote es verdaderamente extraordinario:
Extremidades completas: Si un ajolote pierde una pata, ya sea por depredación, accidente o experimentación controlada, puede regenerar la extremidad completa en aproximadamente seis meses. Esta nueva extremidad no es una versión simplificada o defectuosa: incluye huesos, músculos, nervios, vasos sanguíneos, piel y hasta las articulaciones funcionales en perfecta disposición anatómica. Lo más asombroso es que esta regeneración ocurre sin formación de tejido cicatricial, un proceso que los mamíferos, incluidos los humanos, somos incapaces de evitar.
Órganos internos: El ajolote puede regenerar secciones significativas de órganos vitales como el hígado y partes del corazón. Incluso puede restaurar funcionalidad a tejido cardíaco dañado, una capacidad que los investigadores estudian intensamente buscando aplicaciones en medicina cardiovascular humana.
Sistema nervioso central: Quizás la capacidad más impresionante del ajolote es su habilidad para regenerar su médula espinal después de lesiones severas. Mientras que en mamíferos una lesión medular resulta en parálisis permanente debido a la formación de tejido cicatricial que impide la reconexión nerviosa, el ajolote puede restaurar completamente la funcionalidad de su médula espinal, recuperando el control motor y sensorial de las regiones afectadas.
Cerebro: Estudios han demostrado que el ajolote puede regenerar porciones de su cerebro, incluyendo el telencéfalo, sin pérdida aparente de funcionalidad o memoria.
Ojos: Puede regenerar partes del ojo, incluyendo el cristalino y la retina.
Mandíbula: Puede reconstruir estructuras óseas complejas de la mandíbula tras lesiones.
El proceso regenerativo del ajolote ha sido objeto de investigación científica intensiva durante décadas. Cuando ocurre una lesión, el ajolote activa una cascada de eventos celulares y moleculares que difieren radicalmente de la respuesta de los mamíferos:
Fase de curación inicial: En las primeras horas después de la lesión, se forma un tapón de células epidérmicas sobre la herida, creando una estructura llamada blastema apical ectodérmico.
Desdiferenciación celular: Las células especializadas en el tejido cercano a la lesión sufren un proceso llamado desdiferenciación: «olvidan» su especialización (ya sea como células musculares, óseas o de tejido conectivo) y regresan a un estado más primitivo y pluripotente similar al de las células madre.
Proliferación del blastema: Estas células desdiferenciadas proliferan rápidamente, formando una masa de células llamada blastema regenerativo. Esta estructura es funcionalmente similar a un brote de desarrollo embrionario.
Rediferenciación guiada: Las células del blastema comienzan a rediferenciarse en los tipos celulares específicos necesarios para reconstruir la estructura perdida. Este proceso está guiado por señales bioquímicas, gradientes de proteínas morfogénicas y memoria posicional celular.
Restauración completa: Finalmente, la estructura regenerada se integra perfectamente con el tejido existente, restaurando tanto la forma como la función sin cicatrices.
Lo que hace especialmente notable este proceso es que el ajolote puede regenerar la misma estructura múltiples veces. Si se amputa la misma extremidad repetidamente, el ajolote la regenerará cada vez sin pérdida de capacidad regenerativa.
La comunidad científica internacional ha mantenido colonias de ajolotes en laboratorios durante más de 150 años, convirtiéndolos en uno de los organismos modelo más antiguos de la biología experimental. Su genoma fue completamente secuenciado en 2018, revelándose como uno de los genomas más grandes entre los vertebrados, con aproximadamente 32 mil millones de pares de bases (diez veces más grande que el genoma humano).
Los investigadores estudian al ajolote en diversas disciplinas:
El ajolote es estrictamente endémico de la Cuenca de México, un concepto biogeográfico que significa que esta especie no existe naturalmente en ningún otro lugar del planeta. Históricamente, el ajolote habitaba un complejo sistema lacustre que incluía los lagos de Xochimilco, Chalco, Texcoco, Xaltocan y Zumpango, que formaban un vasto ecosistema acuático interconectado en el Valle de México.
Estos lagos de altura, situados a aproximadamente 2,240 metros sobre el nivel del mar, ofrecían condiciones ideales para el ajolote: aguas frescas y oxigenadas, abundante vegetación acuática que proporcionaba refugio y zonas de desove, y una rica biodiversidad de invertebrados y pequeños peces que servían como fuente alimenticia.
Sin embargo, la transformación urbana de la Cuenca de México a lo largo de los últimos cinco siglos ha sido devastadora para este ecosistema. La desecación sistemática de los lagos comenzó en el período colonial y se aceleró dramáticamente durante el siglo XX con el crecimiento exponencial de la Ciudad de México.
Hoy, las poblaciones silvestres del ajolote mexicano están confinadas exclusivamente a los canales y lagunas remanentes de Xochimilco, un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987 debido a su importancia cultural e histórica. Xochimilco conserva un sistema de chinampas (islas artificiales de cultivo creadas por las civilizaciones prehispánicas) y canales que representan el último vestigio del antiguo sistema lacustre.
Este hábitat residual, sin embargo, enfrenta presiones ambientales severas. Los canales de Xochimilco son poco profundos, con vegetación acuática abundante, incluyendo lirios, juncos y algas que proporcionan cobertura. El agua, idealmente, debería ser fría (entre 6 y 20 grados Celsius), con pH neutro o ligeramente alcalino y alta concentración de oxígeno disuelto.
El ajolote es un depredador carnívoro que se alimenta de una variedad de invertebrados acuáticos, pequeños crustáceos, moluscos, larvas de insectos, gusanos y ocasionalmente pequeños peces. En cautiverio, se les alimenta con pellets especializados, lombrices de tierra y pequeñas porciones de proteína animal.
La clasificación del ajolote como especie en Peligro Crítico de Extinción (CR) por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) refleja una realidad alarmante: las poblaciones silvestres han experimentado un colapso catastrófico. Estudios recientes estiman que la densidad poblacional en Xochimilco ha disminuido más del 99.5% en las últimas décadas, con censos que registran densidades inferiores a 0.3 individuos por kilómetro cuadrado en algunas áreas.
Contaminación hídrica severa: La principal amenaza para el ajolote es la degradación de la calidad del agua en Xochimilco. Los canales reciben descargas de aguas residuales no tratadas, escorrentías agrícolas con pesticidas y fertilizantes, y contaminación difusa de la actividad urbana circundante. Esta contaminación reduce drásticamente los niveles de oxígeno disuelto en el agua, un factor crítico para un animal que respira principalmente a través de branquias externas altamente sensibles. Los contaminantes químicos también pueden afectar la reproducción, el desarrollo embrionario y el sistema inmunológico del ajolote.
Pérdida y fragmentación del hábitat: La desecación histórica de los lagos y la continua urbanización han reducido el hábitat disponible a una fracción mínima de su extensión original. Los canales de Xochimilco están cada vez más fragmentados por infraestructura urbana, limitando el flujo genético entre poblaciones y reduciendo la capacidad de dispersión.
Especies exóticas invasoras: Quizás la amenaza biológica más inmediata proviene de la introducción deliberada de peces exóticos, principalmente tilapia (Oreochromis spp.) y carpa (Cyprinus carpio), en los canales de Xochimilco. Estos peces fueron introducidos para acuicultura y control de plagas, pero han tenido consecuencias ecológicas devastadoras. Las tilapias y carpas son omnívoras agresivas que compiten directamente con el ajolote por alimento y espacio. Aún más grave, depredan activamente sobre los huevos y las crías de ajolote, que son particularmente vulnerables durante las primeras semanas de vida. Algunos estudios sugieren que la presencia de estos peces exóticos es el factor que más directamente explica la ausencia de ajolotes en grandes secciones de los canales que históricamente ocupaban.
Explotación histórica y tráfico ilegal: Tradicionalmente, el ajolote fue consumido como fuente de proteína por las poblaciones locales y utilizado en la medicina tradicional mexicana para tratar afecciones respiratorias. Aunque su captura comercial está actualmente prohibida debido a su estatus de conservación, persiste un mercado negro que alimenta el tráfico ilegal para el comercio de mascotas exóticas. La captura de ejemplares silvestres para este fin ejerce presión adicional sobre poblaciones ya críticamente reducidas.
Enfermedades emergentes: La quitridiomicosis, una enfermedad fúngica causada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis (Bd), ha diezmado poblaciones de anfibios en todo el mundo. Aunque el ajolote parece tener cierta resistencia natural a este patógeno en comparación con otros anfibios, las poblaciones estresadas por contaminación y hacinamiento son más susceptibles a brotes. Otros patógenos bacterianos y virales también representan riesgos, especialmente considerando que el sistema inmunológico del ajolote puede verse comprometido por la contaminación ambiental.
Cambio climático: Las alteraciones en los patrones de precipitación y temperatura asociadas al cambio climático global representan una amenaza emergente. La Cuenca de México ya enfrenta estrés hídrico severo, y las sequías prolongadas pueden reducir aún más el volumen de agua en los canales, aumentar las temperaturas del agua y concentrar contaminantes.
El gobierno mexicano ha implementado medidas legales y programas de conservación para intentar revertir el declive del ajolote. La especie está protegida bajo la NOM-059-SEMARNAT-2010, la norma oficial mexicana que identifica las especies y subespecies de flora y fauna silvestres en riesgo. Bajo esta legislación, la captura, posesión, transporte o comercio del ajolote sin los permisos correspondientes constituye un delito ambiental.
Los esfuerzos de conservación in situ (en el hábitat natural) se centran en la restauración ecológica de los canales de Xochimilco mediante múltiples estrategias:
Refugios de conservación: Se han establecido áreas protegidas dentro de los canales donde se prohíbe estrictamente la actividad humana. Estas zonas funcionan como santuarios que permiten la recuperación de poblaciones residuales sin perturbación.
Biorremediación y mejora de calidad del agua: Programas gubernamentales y de organizaciones no gubernamentales trabajan en la instalación de plantas de tratamiento de aguas residuales, filtros naturales mediante plantas acuáticas y sistemas de aireación para incrementar el oxígeno disuelto. La siembra de especies vegetales nativas como el lirio acuático y el tule ayuda a filtrar contaminantes naturalmente.
Control de especies invasoras: Se han implementado programas piloto de remoción selectiva de tilapias y carpas mediante captura con redes y barreras físicas que impiden su dispersión hacia zonas restauradas. Sin embargo, la erradicación completa de estos peces es extremadamente difícil y requiere inversión sostenida.
Involucramiento comunitario: Los chinamperos (agricultores tradicionales de Xochimilco) están siendo integrados en esfuerzos de conservación. Algunas iniciativas promueven prácticas agrícolas sostenibles en las chinampas que benefician tanto la producción alimentaria como el hábitat del ajolote, creando una relación simbiótica entre conservación y sustento económico local.
Turismo ecológico regulado: Aunque el turismo masivo en trajineras (barcas tradicionales) ha contribuido a la contaminación, programas educativos intentan transformar esta actividad en una fuerza de conservación, promoviendo paseos guiados con enfoque ambiental que generan conciencia sobre la importancia del ajolote.
Complementando los esfuerzos de campo, la conservación ex situ (fuera del hábitat natural) mantiene colonias reproductivas en instituciones científicas y zoológicos. Programas destacados incluyen:
Un desafío crítico de la conservación ex situ es que la reintroducción de ajolotes criados en cautiverio al medio silvestre no es actualmente viable. Mientras las amenazas en Xochimilco (contaminación, especies invasoras) no sean mitigadas efectivamente, liberar ajolotes equivaldría a condenarlos a muerte. Por tanto, las colonias en cautiverio funcionan principalmente como bancos genéticos de respaldo y fuentes de investigación, manteniendo viva la esperanza de una futura restauración cuando las condiciones ambientales mejoren.
Más allá de su importancia biológica, el ajolote se ha convertido en un símbolo nacional de México, representando la singularidad biocultural del país. Su imagen aparece en murales, arte urbano, diseño gráfico, mercancía cultural y campañas de concienciación ambiental. Ha sido adoptado como mascota en eventos culturales y deportivos, y figura prominentemente en la narrativa de conservación ambiental mexicana.
El ajolote encarna varios valores simbólicos resonantes:
La neotenia es el fenómeno biológico por el cual el ajolote alcanza la madurez sexual y la capacidad reproductiva mientras conserva permanentemente características físicas larvarias, específicamente sus branquias externas plumosas, aleta caudal y estilo de vida completamente acuático. A diferencia de otras salamandras que metamorfosean hacia formas terrestres adultas, el ajolote «nunca crece» en el sentido tradicional, resistiendo biológicamente la transformación.
No, el ajolote no es venenoso ni representa peligro para los humanos. Sin embargo, debido a que absorbe sustancias a través de su piel extremadamente sensible y permeable, no se recomienda manipularlos con las manos desnudas. Los aceites, lociones, jabones o contaminantes en la piel humana pueden ser absorbidos por el ajolote y causarle daño. Si es necesario manejarlos, se recomienda
Referencias

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